Profundizando Tu Relación Con Dios En Casa
Somos creados por Dios para ser y vivir en comunión unos con otros. Los primeros cristianos continuaron el modelo de comunión de Jesús no construyendo muros y vidrieras, sino partiendo el pan entre ellos en sus hogares. En el siglo IV, San Juan Crisóstomo hizo esta conexión más explícita cuando se refirió a la familia como la micra ekklesia o “pequeña iglesia”. Esta imagen de la familia como Iglesia Doméstica se perdió durante muchos siglos en la imaginación cristiana sólo para resurgir en los escritos del Vaticano II. San Juan Pablo II ofreció su visión en la Familiaris Consortio, donde habla de la familia como “un reflejo vivo y una verdadera participación del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo el Señor por la Iglesia, su novia”.
Convertirse en Iglesia Doméstica implica tomar conciencia de la presencia permanente y constante del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en nuestros hogares. Ese sería el Principio y Fundamento. De esa conciencia y de la experiencia de sentir la presencia amorosa de Dios en nuestro hogar, surge el deseo de orar, leer la Biblia, cantar, bailar, perdonar, servir a los vecinos necesitados, celebrar, cocinar , limpiar (liturgias caseras) y dar gracias por el regalo de la vida y la fe.
Este proceso no ocurre por generación espontánea, debe ser preparado y deseado con un corazón abierto. Al final es una gracia que ya se ofrece a quienes la buscan. No es un camino recto o continuo, tiene sus altibajos, pero en todos ellos está el aliento del Señor resucitado que vive y nos recuerda constantemente: “No temas”, “paz”, “Estoy con ustedes ”hasta el final de los tiempos.
En la Amoris Laetitia del Papa Francisco nos ofrece una guía pastoral sobre cómo continuar construyendo la Iglesia Doméstica. Con respecto a la crianza de los niños en la fe, el Papa Francisco recomienda que los padres hagan uso de “símbolos, acciones e historias” y tengan “momentos de oración familiar y actos de devoción … que pueden ser más poderosos para la evangelización que cualquier clase de catecismo o sermón (AL 288). Utilizando estas áreas de crecimiento, las familias pueden continuar construyendo la Iglesia Doméstica en sus propios hogares.