El Sínodo transforma el ministerio para las familias de hoy
"Pensad a lo grande". Eso es lo que el obispo Robert McElroy instó a hacer a los delegados de un sínodo sobre la vida familiar en 2016. El objetivo era identificar medidas que la diócesis y las parroquias pudieran adoptar para revitalizar y fortalecer el matrimonio y las familias.
A principios de ese año, el Papa Francisco había presentado un documento titulado "Amoris Laetitia" ("La alegría del amor"). Había invitado a los obispos a buscar formas de acoger mejor a las familias de hoy, responder a sus necesidades y ayudarles a crecer en su fe. El obispo McElroy respondió a la llamada convocando un sínodo, una de las pocas diócesis del país en hacerlo.
El sínodo de la familia es la primera de las cuatro consultas a los fieles que la diócesis ha emprendido en los siete años del obispo McElroy al frente de la diócesis. En ellas han participado miles de fieles para mantener una conversación entre ellos y con su diócesis. Esto es extraordinario, dado que estas consultas a nivel diocesano representan una inversión significativa de recursos y tiempo. El último sínodo diocesano se celebró hace 40 años.
El proceso que el obispo utilizó en el sínodo de la familia sería emblemático de cómo abordaría los retos futuros: Invitar a un grupo lo más diverso posible a participar en la consulta, escuchando las experiencias y preocupaciones de los fieles; animar a un comité representativo de líderes laicos y clérigos a ser creativos en sus ideas para abordar esas preocupaciones, sin dejar de basarse en el Evangelio; confiar en los miembros del comité en su trabajo; y comprometerse desde el principio a aplicar rápidamente sus propuestas, en consulta con los párrocos y los líderes laicos.
Al final del sínodo de la familia, unos 1.000 fieles habían participado en sesiones en prácticamente todas las parroquias. La diócesis empezó a aplicar las 15 recomendaciones que los delegados habían elaborado a los dos meses de la reunión final.
Uno de ellos pidió la creación de un nuevo departamento, la Oficina para la Vida Familiar y la Espiritualidad. Los tres nuevos miembros del personal se pusieron a trabajar de inmediato. Pusieron en marcha un nuevo programa de preparación al matrimonio llamado Testigos del Amor. La oficina empezó a trabajar con las parroquias para ayudarles a desarrollar la formación espiritual a través del prisma de la vida familiar. Y su personal empezó a trabajar para apoyar a los católicos separados y divorciados.
Una nueva oficina ofrece nuevas vías de curación
Para empezar a curar las heridas que sufren las familias modernas, la oficina desarrolló una serie de talleres en inglés y español llamados "Healing Pathways". En ellos se abordaban temas como la drogadicción y el alcoholismo, las enfermedades mentales y las pérdidas reproductivas. También incluían sesiones sobre cómo mejorar la comunicación familiar, las habilidades parentales y el uso de Internet.
Los participantes en el sínodo identificaron grupos con necesidades específicas hambrientos de apoyo pastoral. Entre ellos se encontraban los matrimonios jóvenes y las parejas casadas desde hacía tiempo. La nueva oficina elaboró programas y recursos para ellos, y animó a las parroquias a hacer lo mismo. Los homosexuales y sus familiares constituían otro grupo cuyos miembros habían manifestado en las sesiones de escucha que se sentían marginados en la Iglesia. La nueva oficina empezó a apoyar a las parroquias que querían poner en marcha o reforzar ministerios para acompañar a esta comunidad.
El padre paulista John Hurley, líder nacional en estrategias de evangelización, coordinó el sínodo de la familia. Dijo que "fue una alegría ver y escuchar al Obispo" en el diálogo con todos los participantes. "Su capacidad de abrir su corazón y escuchar a cualquiera es la marca de un verdadero pastor", dijo. "¡Les escuchó para que existieran!".