Los obispos que participan en un Sínodo Mundial o Regional emiten declaraciones formales, llamadas "Intervenciones". El Obispo McElroy de San Diego participa en el Sínodo Pan-Amazónico, celebrado en Roma del 6 al 27 de octubre. La siguiente es la Intervención que el Obispo McElroy compartió durante la semana de apertura del Sínodo.
Intervención del obispo de San Diego Robert W. McElroy
A lo largo de estos días, nuestra atención se ha centrado en la misión central de este encuentro: identificar caminos a través de los cuales la Iglesia en la región amazónica pueda proclamar cada vez más eficazmente la salvación de Jesucristo en su plenitud, para que todos los hombres y mujeres de la región, especialmente los pueblos indígenas, puedan encontrar en la Iglesia un verdadero sacramento del amor de Dios y de la búsqueda de la justicia para los pobres y para la tierra.
Me gustaría señalar por un momento una dimensión secundaria, pero importante, de este proceso sinodal: a saber, las contribuciones que la Iglesia en la Amazonia está haciendo a la vida y al diálogo de la Iglesia universal.
Una contribución fundamental a la Iglesia mundial reside en el don de una experiencia sinodal vivida que sitúa en su centro los sueños y los sufrimientos del pueblo de Dios. Es una experiencia sinodal que ha privilegiado las percepciones y experiencias de aquellos continuamente excluidos de una participación significativa en la Iglesia y la sociedad. Sitúa el imperativo pastoral en el centro de la teología y la misión de la Iglesia. Prioriza la escucha del Espíritu, el debate audaz y honesto, y un enfoque inquebrantable en la misericordia de Dios. En todos estos aspectos, la Iglesia de la Amazonia ha iluminado un camino lleno de gracia para abrazar la sinodalidad que enriquecerá a las iglesias regionales y locales de todo el mundo.
Una segunda contribución de este sínodo a la Iglesia universal y al mundo reside en su testimonio de la naturaleza y el poder de la conversión ecológica. Hay dos requisitos previos para tal conversión. El primero es el reconocimiento de la realidad empírica de la destrucción medioambiental que amenaza a nuestro planeta. El segundo es la aceptación afectiva de la creación como un don sagrado cuyo futuro está confiado a nuestro cuidado. Este Sínodo avanza en ambos sentidos. Las secciones 45 y 46 del Instrumentum Laboris señalan la monstruosa destrucción del Amazonas, que es el jardín más vital y hermoso de Dios en nuestro planeta. La sección 56 señala la relación tradicional de los pueblos indígenas de la región con la naturaleza como una relación de intimidad, sacralidad, don y cuidado, y discierne en esta arquitectura del alma los elementos animadores de la conversión ecológica que son comunes a todas las culturas.
Por último, el Instrumentum Laboris nº 24 habla de la buena vida. En mi país, Estados Unidos, la buena vida significa una vida de lujo y facilidad. Para los pueblos de la Amazonia, el buen vivir significa conexión con la fe, con uno mismo, con los demás, con la tierra. Apunta a la unidad de toda la existencia humana: trabajo, descanso, celebración y relaciones, y se niega a aceptar la fraccionalización de la existencia humana que la vida moderna nos impone a todos. Rechaza las graves disparidades de riqueza y desigualdad social. Respira con el espíritu de Dios.
La forma específica de buen vivir que existe para los pueblos indígenas de la Amazonia no será transferible a la mayoría de las demás culturas del mundo. Pero sus temas subyacentes de conexión, moderación, equilibrio y compartir deben convertirse en la norma para todos los pueblos a la hora de reevaluar nuestros estilos de vida si queremos escapar de las tentaciones del materialismo y construir una sociedad sostenible para nuestro mundo.