Una vez más, nuestra nación ha sido desgarrada por el odio y la violencia, arraigados en una falsa noción de fe religiosa y magnificados por nuestra cultura de las armas. Los tiroteos de Orlando son una herida para toda nuestra sociedad, y esta vez la comunidad LGBT ha sido específicamente el blanco y la víctima.
Ante semejante matanza y sufrimiento humano, es demasiado fácil buscar una solución basada en el odio, los prejuicios y la recriminación.
Pero nuestra fe católica exige que rechacemos esa vía y abracemos con mayor fuerza la solidaridad de todos los pueblos que forman la única familia del Dios que es Padre de todos nosotros.
Rezamos por las numerosas víctimas de Orlando que fueron blanco de la muerte simplemente por su orientación sexual, y lloramos con sus queridas familias y amigos. Esta tragedia es un llamamiento para que, como católicos, combatamos cada vez más enérgicamente los prejuicios contra los homosexuales que existen en nuestra comunidad católica y en nuestro país. Rezamos por la comunidad musulmana de nuestra nación, que ha actuado unánimemente para deplorar este acto de violencia y rechazar el odio arraigado en una distorsión de la fe musulmana. Rezamos por los primeros intervinientes, cuyo valor y sufrimiento son testimonio del espíritu de sacrificio que ennoblece a la sociedad estadounidense. Y nos comprometemos a seguir un camino que busque la verdadera seguridad de nuestra nación, no sólo en los esfuerzos por identificar a aquellos que nos harían daño, sino, lo que es mucho más importante, en la construcción de una cultura que realmente encarne y fortalezca la igual dignidad de cada mujer y cada hombre.